[Noviembre 2023]
Teníamos ganas de conocer en profundidad Marruecos.
Por poner en contexto histórico, unas breves pinceladas. Marruecos refiere al Reino Noroccidental de Al-Magrib. Su nombre proviene dado de la ciudad histórica de Marrakech, y significa en bereber "Tierra de Dios". Constan restos prehistóricos que datan presencia humana en esta región desde hace más de 350.000 años y actualmente convive el poso de las diversas culturas que la han poblado, como la milenaria cultura bereber, el pueblo subsahariano, la clara influencia islámica desde el s.VII y la reciente influencia colonial europea por España, Portugal y Francia, hasta dar paso a la realidad actual como estado independiente constituido en 1956 y descolonizando sus protectorados progresivamente. A día de hoy predomina la cultura árabe y bereber, con mayoría religiosa islámica sunnita y reinando la monarquía alauita. Dentro de este cóctel de culturas convive la intensidad humana, el caos de mercados de los Zocos, la desigualdad social alarmante entre la ciudad y el mundo rural, las costumbres, gastronomía y estéticas muy distintas a lo que conocemos en Europa, a no muchos kms de aquí.
Por mi parte ya había estado en Marruecos en el año 2016 cuando ascendimos el Jbel Toubkal 4167m en el Atlas. Y a diferencia de la vez anterior, para este viaje emprendimos un planteamiento tipo 'roadtrip' de 14 días en el mes de noviembre de 2023. Esta vez planteamos la aventura como una oportunidad de conocer un poco mejor de las entrañas de este país vecino. Su gente, sus hábitos, su cultura, su gastronomía. Nos pareció la mejor manera de sumergirnos de lleno en la completa experiencia. Así que conseguimos un vuelo 'lowcost' de ida y vuelta y alquilamos un coche para hacer una buena vuelta recorriendo unos 2.500kms de carreteras. La vuelta venía a ser: Marrakech, Essaouira, Costa Atlántica hasta Rabat, Chefchaouen, Fez, Merzouga, Desierto del Sahara de Ergh Chebbi, Ouarzazate, Ait Ben Haddou, Ozoud y de vuelta a Marrakech.
El viaje al completo lo hicimos de la siguiente manera.
Día 1. Vuelo de ida de Barcelona a Marrakech. Llegamos de noche a Marrakech a eso de las 22:30h. El vuelo según lo previsto saliendo por la tarde de Barcelona nos ha llevado algo menos de 3h. Tras los trámites fronterizos salimos del aeropuerto. Un taxi nos lleva hasta el centro y por sus laberínticas calles entre mucha gente llegamos a nuestro alojamiento.
Haremos las próximas tres noches en el Hotel Imouzzer. Pequeño riad a buen precio y muy bien situado al lado de la plaza Jemaa el Fna, por un total de 7,5€ la noche por persona. Por las calles donde nos alojamos se aprecian claros daños estructurales y ruinas de algunas casas cercanas víctimas del reciente terremoto que sufrió el país hará cosa de un par de meses atrás.
Día 2. Marrakech. Dedicamos el día entero a visitar la ciudad roja, Marrakech. Primero de nada cambiamos algo de divisas Euro a Dirham (aprox. 1 a 11) en el mejor cambio que encontramos en la ciudad, que suele conocerse que es en el Hotel Ali, en el mismo centro.
Empezamos por el centro histórico viendo la torre de la Mezquita Kutubia donde ya esquivamos el primer guía atrapaturistas. Paseamos por la Plaza Jmaa el Fnaa temprano con muy poca actividad en contraste con la vorágine que es el resto del día y Soraya se engalana con henna de la que tenemos que ponernos firmes porque luego nos quería cobrar más de lo inicialmente acordado y desayunamos en una terraza justo sobre la famosa plaza. Seguimos a continuación sumergiéndonos en el laberíntico mercado que es el Zoco, sorteando en cada mirada sobre cada uno de los mil artículos que puedes encontrar, a su oportuno comerciante que insistentemente te invita a pasar, a tomar un té, a ver sus demás productos, o te muestra todo el procedimiento cultural que rodea cara artilugio, o te intenta engatusar porque te reconoce de una universidad en la que nunca has estudiado. Intenso, es la palabra que más se ajusta.
Hacemos una breve pausa en nuestra incursión por el centro para tomar un rico té de menta típico marroquí, en una tranquila terraza interior. Un respiro de paz entre las trincheras del Zoco. Al que volvemos entre sensaciones de asombro y aturdimiento. Conseguimos un par de pañuelos que estábamos buscando para nuestros días en la intemperie y de recuerdo y visitamos un pequeño museo dedicado al trabajo que hacen las cooperativas de argán en las zonas rurales.
Seguimos la visita y pasando por la Fuente Mouassine entramos a visitar La Madrasa Ben Youssef, para mi uno de los imprescindibles de la ciudad, antigua escuela que es un tesoro muy bien conservado de arte islámico arquitectónico y artesano por su trabajo de la madera, azulejo y yeso.
Para comer probamos un rico couscous y tajín de pollo por el centro. Por la tarde, algo cansados por la intensa mañana, nos lo tomamos con algo más de calma. Merendamos unas creppes en una terraza con vistas sobre el centro. Y curioseamos por los puestos del mercado que cada día se monta y desmonta de la plaza Jma el Fnaa, el caos, donde puestos de henna se sitúan junto a serpientes y monos adiestrados, junto a vendedores de dientes humanos, o un puesto de zumos que lo ve todo con normalidad un día más, entre lámparas exóticas, dulces marroquís y pinchos de carne.
Así, se nos hace de noche y hemos reservado para cenar en un restaurante y experiencia culturar, el Dar Essalam. Situado en las espectaculares salas de un antiguo palacio, nos sitúan en un salón real de la medina y nos presentan cinco primeros a modo de degustación de sabores de su tierra a base de comino, tomate, calabaza y curri, unas samosas de pollo muy sabrosas, y de platos principales una pastilla de pollo con almendra y un asado de ternera con ciruelas. Para terminar con un postre de milhojas de crema, unas minicreppes de almendra y dulces marroquíes con té de menta. Todo estaba de vicio. Acompañado en todo momento de conciertos en vivo de música tradicional bereber y de danzas árabes, haciendo participar al público y creando un muy buen ambiente. Nos gustó mucho todo el conjunto.
Día 3. Marrakech. Almorzamos un buen desayuno bereber. Y visitamos las Tumbas Saadís, donde hay que decir que las salas funerarias son realmente ostentosas y espectaculares como exponente de arte islámico. Aunque más impresionante es que se mantuvieran ocultas hasta hace apenas un siglo, escondidas entre las murallas de la vecina Mezquita Moulay El Yazid. Pequeña visita que esconde un gran tesoro. Curioseamos por las ruinas del Palacio Badii y por la zona sur de la medina.
Por la tarde seguimos experimentando por los mercados y probamos unos de los mejores dulces marroquíes en una tetería bien pintoresca.
Por la noche volvemos a la vorágine de la plaza Jmaa el Fna. Y cenamos un menú de brasa en un chiringuito de los que se montan allí. Toda una experiencia. Ya casi vamos fluyendo en este caos.
Día 4. Essaouira. Por la mañana un taxi nos deja en el aeropuerto y allí teníamos reservado el coche de alquiler. Por un precio ridículo de 69€ alquilamos para 12 días un pequeño Fiat Panda que nos llevará para movernos los dos para el buen 'roadtrip' que tenemos preparado para los próximos días.
Así, en un par de horas atravesando tierras bereberes al Oeste, damos con el Océano Atlántico. Llegamos a Essaouira. Ciudad portuaria estratégica y milenaria, que ya constaba hace más de dos-mil años habitada por bereberes, que pasó a ser regida por los imperios fenicios y cartagineses, luego por los romanos, vándalos, bizantinos, omeyas y almorávides. En la historia más reciente, en el s.XV, pasó a ser colonia de Portugal quien la llamó Mogador y construyó su famosa Scala. Y posteriormente se reconquistó por el Imperio Alauí y fue perdiendo relevancia por haber otras ciudades portuarias para ello. Fue en el s.XX que se "redescubrió" la ciudad de Essaouira y se puso de moda como destino occidental por su bohemia, clima y bonitas playas donde surfear.
Visitamos el espartano puerto, la fortificación que rodea el centro conocida como la Scala y el mismo centro de la medina de la ciudad, donde reina el color blanco y azul. Comemos un par de tajines de pescado realmente espectaculares. Y nos tomamos un te en una terraza con vistas al océano al atardecer. Por la tarde merienda con música en vivo. Realmente esta ciudad tiene un ambiente muy peculiar.
Hacemos noche en el pequeño Hostel White & Blue.
Día 5. Rabat. La jornada de hoy es más bien un enlace en el que recorreremos en coche la carretera paralela a la Costa Atlántica, viendo a nuestro paso grandes ciudades como El Yadida y Casablanca. Nos pasará un poco de todo. Desde un amago de pinchazo que finalmente solo fue una perdida de aire que no volvió a dar problema. Policías que nos salen a parar en medio de la autovía a pedir los papeles. O grupos de niños que asaltan agresivamente el coche si no se les compra lo que venden, que este caso eran huevos de gallina y nada podíamos hacer con ellos. Emociones encontradas. Reflejos de una vida dura fuera de las ciudades.
Por la tarde llegamos a la capital de Marruecos, Rabat, tras algo más de 5h de coche. Comemos un par de platos combinados. Bastante lío para encontrar el alojamiento, Chambre du Jardin, una especie de habitación en su casa tipo AirBnB que se anunciaba como un hotel y donde finalmente no hubo desayuno. Todo un poco extraño. Sin más.
Rabat es una ciudad engrandecida al haberse dispuesto como la capital funcionarial del país. En realidad constaba allí un asentamiento hace dos-mil años, pero no tuvo algo de importancia hasta pasado el s.XII con los primeros asentamientos de almohades y proyección de ciudad. Que no llegó a culminarse al pasar a ser Fez la capital durante siglos. Y que se retomará sobre el s.XVII al acoger a los moriscos expulsados de la Península Ibérica, como puerto de actividad corsaria contra barcos cristianos y tomada por el Imperio Alauí. Ya recientemente, formó parte del Protectorado Francés de Marruecos y desde la independencia de Marruecos en 1956 se estableció como la capital.
Visitamos el centro histórico de la medina de Rabat. Entramos en sus murallas y paseamos por su mercado. Subimos a ver el inmenso Cementerio de los Mártires y la gran fortaleza que es la Kasba des Oudayas. En lo alto las vistas son un fantástico mirador sobre el Océano Atlántico y sobre la ciudad, en la que destacan claramente la Torre Hassan y Torre Mohammed VI. Por la tarde bajamos al puerto y nos relajamos junto a la desembocadura del Rio Bu Regreg. Mucha vida en la capital.
Día 6. Chefchaouen. Enlazamos la carretera que nos lleva de Rabat a Chefchaouen, unos 250kms de carreteras secundarias en 4h. No sin llevarnos una bonita multa de un policía de la capital que insistía en que era el único coche que no respeté la prioridad en una rotonda de doscientos coches a la vez en la que nadie respetaba nadie, de la que para más inri éramos los más prudentes. No dudé en reclamar que la multa me la diera por escrito -pues iba a guardarse el dinero en su bolsillo- y en espetarle que obviamente me estaba multando por ser turista. Pero bueno, tenía que pasar en algún momento.
Llegaremos a media mañana así a la ciudad azul: Chefchaouen. Fundada en el s.XV en un enclave de difícil acceso trató de dominar el paso de montaña estratégico entre Tetuán y Fez. Su Kasba ayudó a la defensa de los portugueses, los bereberes y más recientemente de los españoles. En el s.XX tuvo su importancia en las Guerras del Riff, por la que terminó agregándose al Protectorado Español hasta la independencia del país.
Destaca el encalado azul de sus fachadas en sus estrechas calles. Su geolocalización en una vistosa ladera entre montañas. Principalmente turística, impera un ambiente bohemio, bastante habla común en idioma castellano y una oferta de hachís por todas partes. Visitamos el centro histórico, sus calles y con un pequeño paseo subimos a la Mezquita Española con las mejores vistas sobre la ciudad.
Nos alojamos en un riad que son muy majos, Abi Khancha. Nos recomiendan donde cenar muy cerca y donde probé un tajín de kefta riquísimo.
Día 7. Fez. Madrugamos y llegamos pronto a Fez. Solo bajar del coche ya nos intentan engatusar como guías para no perdernos y vendernos algo para fumar, que tras un buen rato conseguimos disuadir, curtidos tras unos días por tierras marroquíes.
Fez fue durante muchos siglos la capital de estas tierras. Fundada en el s.IX se constituyó al poco como la capital de los reinos que se sucedieron y acogió un gran número de habitantes. Hasta que en el s.XVI sufrió un gran terremoto que prácticamente la destruyó y volvió la capital a Marrakech. Tras un periodo de descontrol se retomó ya en el s.XIX y XX un desarrollo urbanístico importante. Hasta lo que encontramos en la actualidad, donde mantiene su histórica importancia en la producción de piel, envuelta en sus murallas y medina medievales, monumentos saadies, y la ciudad nueva occidentalizada.
Visitamos el centro histórico. El Zoco y su intenso mercado por las dos calles principales Talaa Kebira, y Talaa Sghira, hasta la gran puerta azul Bab Boujeloud. Vemos los portalones de la Madrasa Bou Inania y la Madrasa Al Attarine. La Fuente y el Museo de Nejjarine. Destacan por importancia el Mausoleo Mulay Idris y la Mezquita Al Karaouine que es la universidad datada más antigua del mundo y que fue fundada por dos mujeres tunecinas allá por el x.IX, en los que no entramos por acceso exclusivo a musulmanes. Y después de comer un menú al vuelo, no podíamos dejar pasar el visitar la Cortiduría de Chouwara, la principal o al menos la más espectacular de las cortidurías de cuero de Fez.
Después de cenar en un puesto local volvemos exhaustos al alojamiento, Dar Mchachti. Acaba uno agotado después de disuadir a cientos de comerciantes, falsos guías de la ciudad y engatusadores varios que muy amables se invitan a orientarte a la mínima que te ven pero que no te quitarás de encima o hasta malas caras te devolverán si no les das dinero al fin y al cabo. Como consejo, hay que ser cautos en todo momento, pues hay mucho atrapaturistas y es mejor dejar claro si va a haber o no dinero antes de aceptar cualquier ofrecimiento.
Día 8. Merzouga. Hoy nos dedicamos a enlazar recorriendo la distancia que separa Fez del Desierto del Sáhara. En concreto vamos a Merzouga. Si bien los 460kms de carretera se tornan más de 7h por el estado de las carreteras tanto principales como secundarias. A lo que se suma que encontramos retención por nada más ni nada menos que 21 controles policiales, de los cuales nos pararon en unos 5 de ellos e intentaron multarnos en 2 de ellos. Por tesón y suerte, que de listos ya hemos conocido demasiados, nos libramos de las multas improcedentes que de forma muy original se les ocurrían.
No deja de ser una oportunidad para conocer el Marruecos más inhóspito y rural. Donde algunas aldeas más que vivir sobreviven. Donde no es extraño ver niños yendo a buscar agua al encharcamiento más cercano, viviendo en barracas en medio de la nada, con lo que les dan las gallinas y cabras o la venta de su excedente. Aquí el que no va a pie ya es un privilegiado, poco tráfico en general y lejos quedan las motos chinas con las que se mueve la mayoría en las ciudades, aquí el medio de transporte común es a pie o en el mejor de los casos el burro o la bicicleta.
Llegamos a Merzouga anocheciendo. Vemos el sol ponerse sobre el Desierto del Sáhara y la dorada Gran Duna de Ergh Chebbi. Esto es un paraíso turístico en contraste con todo lo anterior, donde el turismo alimenta resorts de lujo al pie de las dunas, taxis 4x4 por todas partes, ocio variado desde motos, quads, buggies y todoterrenos, y montones de manadas de camellos para el típico paseo soñado por la arena del desierto.
Hacemos noche en Hotel Chez Meriem por un bajo precio de 11€ los dos.
Día 9. Desierto del Sáhara en Merzouga. Esta jornada es de lo más intensa. Improvisando la mañana encontramos a Aleix un compatriota de Girona que se dedica a alquilar motos de enduro para hacer rutas por las dunas del desierto. Me parecieron muy buena gente y los podéis encontrar como Nomad Offroad Experience. No me puedo resistir a la tentación de conducir una moto por la arena del Desierto del Sáhara. Y muy fácil todo me uno al primer grupo que resultan ser catalanes también, para rodar unas horas por la arena infinita. Sin ser consciente en el momento, puede haber sido uno de esos momentos en los que se tacha una línea de nuestra lista de cosas "que hacer una vez en la vida". Un sueño cumplido. Una pasada. Siempre dando gas y gestionando con el embrague, si cortas gas o frenas te clavas y vas al suelo. Leyendo bien la arena, las dunas y sus crestas. Hasta rematamos la mañana subiendo gas a fondo a la gran duna de Ergh Chebbi. Toda una experiencia. Como hubo tan buen rollo nos quedamos comiendo con el grupo y los organizadores. Desde aquí un enorme saludo a esa buena gente que conocimos. Tanto los compañeros de ruta, como Aleix e Ibrahim.
Por la tarde nos esperan en el Zahra Desert Camp. Uno de los varios complejos de tiendas para hacer noche en el desierto. Desde el punto de acogida nos acercan por la arena en un taxi 4x4. Nos instalamos en nuestra tienda tipo jaima. Disfrutamos muchísimo del lugar y de las dunas. Estar en medio del desierto es algo que cuesta de describir. Un mar de arena. Un mar de nada alrededor. Una sensación además de un hecho.
Al atardecer teníamos incluida una ruta guiada en quad por las dunas. Una mala curva y Soraya descabalgó de su máquina aterrizando con un buen golpe. Inventario de daños y seguimos, ahora acompañada unos días de un dolor de coxis. La ruta nos lleva a una de las grandes dunas y a modo de mirador nos quedamos sin palabras ante lo que la naturaleza ha reservado para este rincón del mundo. Menudas vistas sobre el desierto. Qué impresionante llega a ser. Uno de los momentazos del viaje.
Volvemos a las tiendas. Cenamos un rico menú a base de verduras asadas, couscous y pollo asado, con un surtido de postres. Para dar lugar a un momento entrañable donde conocernos los que coincidimos esa noche, en aquél espacio y tiempo, alrededor de una hoguera, contando chistes malos, tocando música, cantando y bailando bajo el cielo del desierto, el mejor cielo estrellado que os podáis imaginar.
Día 10. Ouarzazate. Nos despertamos tras una fría noche en el Desierto del Sáhara, en la que hemos dormido muy bien. Es cierto que los cambios de temperatura del día a la noche son extremos en el desierto. Un buen desayuno y tomamos el taxi de vuelta a Merzouga. Seguimos nuestra ruta.
Llegamos a Ouarzazate en unas 5h. Mejores carreteras. Hemos descartado muy a nuestro pesar las Gargantas del Todra y del Dades para reducir la jornada de coche, del que ya empezamos a estar satisfechos. Pasamos eso sí por unos palmerales impresionantes, donde se produce el dátil.
Encontramos nuestro alojamiento, el Afgo Hostel. Buen ambiente y tanto los que lo llevan como los otros residentes son muy majos. Paseamos por la tarde y nos los tomamos con calma. Nos aseamos y cargamos pilas tras la resaca emocional del día de ayer.
Día 11. Ouarzazate. Visitamos la ciudad junto a un nuevo amigo, Alexander, de Luxemburgo, musico de orquesta jubilado y de viaje en solitario durante meses por África. Buena gente. Nos ofrecimos a llevarle en nuestro coche y terminamos por ver todo Ouarzazate juntos.
Empezando por los Atlas Studios, estudios de cine donde se vienen rodando multitud de superproducciones conocidas por los paisajes y los salarios de los figurantes, que guardan a modo museo los atrezzos donde vienen grabando y aún graban. Interesante y historia viva de esta ciudad. De vuelta visitamos la Kasba Tifoultoute donde nos tomamos un té. Y ya en la ciudad de nuevo comemos cerca de las murallas de la medina, entre unos cuantos gatos, que es mascota nacional al parecer. Visitamos el Museo del Cine, la pequeña kasba, ciudad antigua y mercado.
Esta ciudad es pionera además en la producción de la energía solar concentrada, cuya central brilla a lo lejos como una lupa y resulta fascinante.
Día 12. Ouzoud. Dejamos Ouarzazate para ir a Ouzoud. Para ello pasamos ya que estamos por el Ksar Ait Ben Haddou, que lo vemos desde fuera desde un fantástico mirador. Una estampa perfecta de una fortificación tipo Kasar o lo que nosotros conocemos como Alcázar.
Hemos de pasar por el Paso Tizi n'Tichka, uno de los más famosos collados de montaña que cruzan el Alto Atlas. De obras faraónicas infinitas. Y donde potencialmente es más probable que las inclemencias del tiempo se puedan dar. Por suerte tuvimos un día radiante y el tráfico no era peor que en cualquier otra carretera marroquí, ya malo de por sí.
Llegamos a Ouzoud antes de la hora de comer. Nos instalamos el bonito Hotel Cascades d'Ozoud y comemos algo tranquilamente. Bajamos por la tarde a ver las archiconocidas Cascadas de Ozoud. Bajamos las largas escaleras entre mercados y restaurantes para ver desde todos sus miradores el bonito salto de agua del río Oued Tissakht. Los monos haciendo de las suyas por todos los rincones. Y decir que encontramos poca gente por suerte, pues todo apunta a que es objetivo de turismo de masas en temporada alta. Como anécdota, a una familia local nos ofrecimos a hacerles la foto en el mirador y luego al vernos en el bar se adelantaron y resultó que nos invitaron a los refrescos. Bonitos detalles.
Tomamos taxi al centro de la ciudad. Momento de hacerse con los recuerdos y souvenirs que faltan. Merendamos un par de 'waffles' en el puesto de una chica holandesa de ojos azules que nos sorprendió, muy simpática, que nos contó que huyó de su tierra en busca de oportunidades al cerrar su negocio familiar con la movida de la pandemia.
Damos nuestro último paseo por el Zoco y por la plaza Jemaa el Fna. Cenamos con cierta sensación agridulce. Esto se acaba. Pero lo hemos pasado genial. Han sido unos días llenos de colores, paisajes, personas, experiencias, culturas y realidades muy distintas a lo que ve uno habitualmente.
Esta noche nos volvemos a alojar en el hotel donde nos alojamos las primeras tres noches del viaje. Que con lo laberinto que son las calles en la medina, este ya nos lo conocíamos.
Día 14. Vuelo de vuelta de Marrakech a Barcelona. Recogemos todo por la mañana y ya desayunamos en el aeropuerto. Tramites fronterizos, vuelo y trámites fronterizos de nuevo. Llegamos en unas 3h y pasado mediodía aterrizamos en Barcelona.
Al llegar nos impacta el inevitable contraste. Lo afortunados que somos de tener con normalidad muchas cosas que en muchas partes del mundo escasean, a pesar de estar hablando de un país vecino, o que sea de los más avanzados de su continente. Desde un mínimo de orden esperable al circular por la carretera. Hasta algo elemental como es el agua corriente en todas las casas o el poder ir a la escuela.
Terminamos aquí uno de los viajes más interesantes que hemos realizado. Esperamos que sirva alguno de nuestros consejos y en cualquier caso que anime a quien lo lea a asomarse a lo desconocido. Hay mucho mundo ahí fuera. ¡Hasta la próxima!
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