Recientemente se ha publicado noticias acerca del aumento del número de picadas por víbora, especialmente en el territorio de Catalunya.
Estos reptiles no causan la muerte en la mayoría de los casos, dándose menos de diez mordeduras mortales al año de unas 1.500 mordeduras registradas. La mordedura de estas serpientes provoca daños graves a causa de su veneno, desde graves inflamaciones, hemorragias internas y necrosis. En caso de mordedura hay que acudir al hospital urgentemente. Una picadura desatendida puede acabar en una amputación.
Este daño en el organismo a causa de su veneno actúa en función del tamaño del animal y de la víctima, así que hay que tener en cuenta que para un niño podría ser mortal.
El Hospital Sant Joan de Deu anunciaba a mediados de junio que en lo que va de año se han atendido a cinco niños cuando en los dos años anteriores se había atendido tan solo a uno. Puede que sean las trampas de la estadística y haya coincidido un mal año en el número de las picaduras de víbora, pero no hay que dejar de estar atentos a dónde pisamos, especialmente aquellos que visitamos con frecuencia la montaña, el campo o incluso cuevas.
Como aportación personal puedo añadir que me he encontrado con dos víboras en un año. La primera en el Montsec y la segunda este mes en la Serra del Cadí. Cabe decir que se pueden encontrar en prácticamente todo el territorio de España, pero frecuentan lugares secos y rocosos, habiendo alguna especie más común en cuevas.
[Vibora áspid que me encontré en el Montsec]
Entre las especies de Víbora que podemos encontrar en este país tenemos la Áspid, Latastei/Hocicuda y Seoane. De más a menos venenosas por ese orden.
En caso de ver o encontrarse con una de ellas no hay que alarmarse, ni cabrearla. A veces es mayor el miedo que sienten los animales hacia nosotros, que nosotros hacia ellos. Por ello haremos como que no la hemos visto, las evitaremos o esperaremos a que se vuelvan a esconder. En ningún caso hay que matarlas, forman parte de la fauna que hay que proteger y además, habitualmente lo hace la legislación de los parques naturales. Disfruta de su belleza sin que se sienta hostil y no actúe en defensa.
Habrá que ser precavidos cuando nos movamos por terrenos salvajes, ya que un despiste siempre se complica lejos de la civilización, y sobretodo recordar que el mayor peligro de la montaña somos nosotros, tanto para ella, su fauna y su flora como para nosotros mismos.
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