18 de abril de 2020

Del restablecimiento del frágil ecosistema. Covid-19 y reflexión.

[Abril 2020]

No hay mal que por bien no venga. Este viejo refrán da sentido al supuesto en que una contrariedad puede tener a su vez algunos resultados favorables. De este modo lo estamos viendo en recientes imágenes que nos llegan de la reducción de emisiones de gases contaminantes y por ende de los niveles de contaminación del aire a partir de las medidas de confinamiento de la población humana. 

Recientes publicaciones de medios internacionales comparten las imágenes comparativas a un año vista de los niveles de gases contaminantes en la atmósfera. Fuente: BBC.

[Comparativo a un año vista 2019-2020 de los niveles de gas dióxido de nitrógeno en sur de Europa]

[Comparativo a un año vista 2019-2020 de los niveles de gas dióxido de nitrógeno en Wuhan, China]

Es evidente la conexión entre la reducción o cese de actividad y la cantidad de emisiones contaminantes que tienen lugar. Estas imágenes, tan valiosas como mil palabras al respecto, son un reflejo a la perfección. Han de dar lugar a la reflexión. Un ítem más a tener en cuenta en lo que a replanteamientos globales dará lugar el reto al que nos venimos enfrentando con la pandemia del Covid-19. 

El medio ambiente en el que -y con el que- convivimos es muy frágil. Si bien el ser humano plantea numerosos factores de impacto negativo en el sutil equilibro de este planeta, nunca debe olvidar que depende del mismo. Y un microorganismo de rápida propagación ha sido suficiente para obviar que no somos dueños de nada, sino más bien al revés. 

El equilibrio pide respeto. A mayor impacto mayores repercusiones vivimos. Se vienen dando al alza fenómenos naturales que eran infrecuentes y ahora se da una pandemia. Se puede interpretar de muchas formas, pero lo que está claro es que el ecosistema en la Tierra pretende reajustes. Si de este modo reducimos nuestro impacto está claro que elementos semejantes al presente vendrán, llámalo pandemia, inundaciones, sequía o cualquiera que sea la forma que nos reduzca a los simios de los que provenimos y no se atrevían a salir de su cuevas, lo que ahora llamamos confinamiento. No somos más que un imprevisto para el equilibrio del ecosistema, desde el creciente antropocentrismo surgido en la insignificante mota de tiempo que pueden ser algunos miles de años geológicamente hablando. Especies más grandes han caído. 

Por lo que solo nos queda lo que nos diferencia, ser más inteligentes. Tomar medidas colectivas e individuales. Evolucionar a una presencia sostenible, sin coacción al medio ni a nosotros mismos, valorar lo que somos y lo que necesitamos. Con respeto y armonía. Entender el equilibrio del que formamos parte. Saber estar sin molestar. Parece que es el camino. Desde mi humilde ignorancia. 

Hasta pronto. 



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